martes, 18 de marzo de 2008

VIDA PELIGROSA

No lo puedo evitar: yo soy terriblemente sincero Esto es de por sí un problema en la calle, pero especialmente en casa, en la que a veces parece que estoy de prestado, como si no me conocieran ya lo suficiente.
En estos tiempos de tanta mentira e impostura yo voy contracorriente: yo nunca engaño, sea lo que sea y pase lo que pase. Y, no crean, me doy cuenta que eso es peligroso.
Comprendo que ser sincero puede incluso acabar con mi vida o, cuanto menos, con mi trabajo. Sé de conocidos que no llegaron a viejos que terminaron jubilados prematuramente, destrozados, o en la basura. Sé también que la vida, la nuestra, la de todos nosotros, es un riesgo.
Decía que soy claro y directo, que no puedo mentir nunca. Claro que, según se mire, eso es bueno o malo. Por otro lado la verdad es que soy un tipo irresistible, fuera y dentro de casa. No crean que es vanidad, no. Noto que todos me miran. Algunos de reojo o disimulados, aunque no lo digan. Algunos hasta se atreven a hablarme. Pero yo, eso sí: calladito, vaya a ser peor.
Pero en esta casa lo paso fatal especialmente por las mañanas. Es el peor momento, porque yo digo solo lo que veo y de ninguna manera puedo disimular. Ello va en mi carácter.
En esta casa me trato con todos y ya no soy un extraño. Incluso el chiquitín ya me sonríe desde la cuna. Pero papá y mamá me miran cada día más preocupados. Sin embargo sé que la más me estima es Marisa pues creo que está en la edad del pavo. No sé qué haría sin mí…
Aquí me apaño muy bien y estoy muy a gusto. Tengo un cuarto para mí solito. No me quejo, pues sé de otros pisos cercanos en los que parientes chicos y grandes comparten una sola habitación.
Lo único que presiento es que en este mundo de engreídos y mentirosos en que me ha tocado vivir, tarde o temprano, mi franqueza como espejo me causará un disgusto gordo.


de Paco Córdoba.