martes, 18 de marzo de 2008

CUESTIÓN DE PACIENCIA



- Sánchez –suspiró- Lorenzo Sánchez, para servirle, Sra.
- Buenos días. Frías son las mañanas de febrero en este pueblo, Loren…
La mujer, acalorada y nerviosa, rebuscó con cierta brusquedad en el interior de su bolso de plástico adornado con patitos. A punto parecía que le iba a dar una congestión cuando extrajo una cartilla toda arrugada y toda temblorosa se la pasó al tal Sánchez por bajo del cristal de la ventanilla.
- Loren, hijo: quiero ver cuántos auros de esos tengo yo aquí guardaditos de las manazas de mi marido...
El renombrado Lorenzo volvió a suspirar y, con una mueca en la boca, que intentaba ser un proyecto de sonrisa, puntualizó:
- Se llaman euros Dña. Matilde, euros. Ya va siendo hora que sepa su nombre, mujer...
Veamos... Le digo que para saber el equivalente a pesetas de lo que Vd. tiene ahorrado en su cartilla de toda la vida sólo tiene (o tengo) que dividirlos entre 6 y luego multiplicar el resultado por 1000.... O añadir tres ceritos, mujer.
Veamos, un momentito… Sí... eso es…. Dña. Matilde: Vd. tiene actualmente 366 euros que…
La señora abrió los ojos todo lo que daban de sí, dilató sus pupilas inyectadas en sangre y, entrecerrando despacio los ojillos escupió:
- Loren: ¿crees acaso que soy estúpida? Bien sé que tenía unas 61.000 ptas. que he ahorrado semana a semana, mes a mes, desde hace años, sisándole poco a poco al agarrado de mi marido....
¡¿Cómo tengo ahora solo 366 auros de esos o como se llamen?! ¿No te habrás equivocado? ¿Me quieres liar?....
Míra, Loren, que yo tengo un pronto que...

Lorenzo, Lorenzo Sánchez enmudeció. Estaba ya harto. Por principio no toleraba que lo tutearan, y menos si estaba tras “su” ventanilla de Ingresos-Pagos, que allí no ponían a cualquiera, no. Y aquella quejosa ancianita que no le dejaba explicarse le recordaba además a su suegra.

A pesar de eso, o quizás sólo por eso, por decimosexta vez en la mañana -así desde el 1 de enero del 2002- desde hace ya un montón de años, volvió a explicar el proceso de cambio a euros a pesetas y viceversa.
Su mujer le decía que era cuestión de paciencia.
No: todo era cuestión de… pesetas.


de Paco Córdoba