Él sabe que no le alquilarán fácilmente un piso cuando el dueño descubra el color de su piel y que es del sur.
Él sabe que en la mayoría de los bares no será bienvenido o disimuladamente tardarán en servirle.
Él sabe que, cuando pasee por la noche con sus amigos, siempre asustará a las ancianitas ignorantes.
Él sabe de sobra que su pretencioso y engreído jefe es más ignorante aún que él. Y que teme reconocerlo.
Él sabe que en cualquier supermercado resultará sospechoso si observa los productos con detenimiento.
Él sabe que las muchachas evitarán caminar por su misma acera y que grupos de muchachos lo mirarán con recelo.
Él sabe lo que es la distancia y el estar de verdad lejos de sus ancianos padres y de su familia.
Él sabe lo que es la angustia y el miedo tras cinco días de patera o seis escondido en la bodega de un barco.
Él sabe que el empeño de aprender exige un sacrificio, a pesar de intuir que no siempre tiene la merecida recompensa.
Él sabe ya, con certeza, que el racismo nace y crece con la ignorancia en cualquier lado.
Lo que él no sabe es que es mejor persona que muchos y que su maestro está orgulloso de él.
Que es sólo suyo el mérito que haya aprendido a leer y escribir español, contra viento y marea, sacándole horas a su merecido descanso y al sueño.
Y que le gustaría tenerlo por amigo pues le ha enseñado cosas y valores que no se aprenden en la universidad, sino en la vida.
de Paco Córdoba