martes, 18 de marzo de 2008

CENA NAVIDEÑA

Se veía venir: todos juntos y revueltos. Dicen que somos parientes y que congeniamos muy bien. Yo lo dudo. ¿Cómo es posible que estemos todos juntos en la misma mesa? ¿Somos acaso iguales? No. Y estas cosas suelen acabar mal. Conozco de cenas navideñas que han terminado en la sala de urgencias más cercana.
Pero los abuelos no escarmientan, debe de ser cosa de la edad. Todos los años exactamente igual. Y mientras más nos juntamos, mejor –dicen. No lo entiendo. Deben de tener un amor secreto a los números… o al peligro.
Todos aquí formamos un cóctel explosivo. Y lo peor es que por estas fechas, en casi todas las familias pasa igual. Es una manía eso de juntarnos y compartir mesa. Estas cenas, a medida que pasan los minutos, lo que parecen es un pasillo de comedias.
Porque, vamos a ver: ¿no sería más lógico ponernos separados, incluso comer en días diferentes. Claro, claro; un día es un día. Es una locura. Ya en la cocina lo intuí, lo ví venir. Conozco cuando la abuela se pone nerviosa por estas fechas, porque ella sabe a lo que se arriesga.
Sinceramente, de verdad, tanta bulla no me vá. Y además siempre se establecen odiosas comparaciones. Siempre, siempre en estas reuniones familiares, destacan las más presumidas y los más alegres. No hay manera. Nos juntan, codo con codo, y ya digo: no congeniamos.

¿Qué rayos tendrá que ver mi sobriedad de filete a la plancha con las presumidas de las cigalas o los aparatosos langostinos? ¿Pero a quién se le ocurre juntar al tonto del besugo con el agudo pez espada? Pero peor lo llevan las pequeñas aceitunas haciendo siempre de comparsas, como adornando, al enorme y creído pavo. ¿Y qué decir del mano a mano que siempre se traen los chispeantes y ligeros cavas con el picante queso de Cabrales y las coquetas banderillas?
Yo me sonrojo ante tanta francachela.
¿Qué tendrá también que ver la simpatía y popularidad del arroz con la sequedad de la caña de lomo, y ésta, con los alegres vinos y arresoli de estas tierras? Ni siquiera en carácter coincidimos: los dulces mazapanes y membrillos a la vera misma de las amargas almendras.
Señor, señor… no hay estómago que resista.
Y es que hay tradiciones que matan.




de Paco Córdoba