Allí estaba. Asomada al vacío.
Una gran altura sin duda.
Él miraba su hacer.
La estaba mirando desde hacía rato.
Ella era sin duda una exhibicionista de largas extremidades.
Confiada y arriesgada, ni se inmutaba.
Y él se estaba poniendo cada vez más nervioso.
La cretina no sabía que alguien la estaban observando desde una distancia bien cercana.
Ella, ellas, todas, -pensaba- son así.
Caería sin remedio al abismo, podría jurarlo.
Y sin embargo él no haría nada.
Tumbado tan cómodamente como estaba en su terraza el no pensaba ni mover un dedo.
Bien mirado él, solamente movería uno.
Uno sólo: el dedo gordo por donde la estúpida hormiga había subido. ….
Y, claro, caería.
Si ya lo veía venir.
de Paco Córdoba