jueves, 17 de abril de 2008

TRIBUNAL

Necesitaba ya de una vez aprobar aquellas oposiciones. Sabía que su futuro dependía de ellas. Su novia decía que con trabajos temporales del tres al cuarto que tenían los dos no se iba a ningún lado, y menos en estos tiempos de crisis. “Y que él, erre que erre, empeñado en ser maestro” -repetía. Ella no era consciente de su vocación y de la dificultad que para una persona tímida ese trámite significaba. La única verdad era que tenían sus años y que el tiempo pasaba. Mari Pili -su novia- ya le había dado un ultimátum: o aprobaba o ellos rompían. Y esta vez parece que iba en serio. Pero tanta presión le afectaba, no era buena, y la prueba de ello es que últimamente se encontraba más nervioso que de costumbre e incluso ella lo había notado: la última vez que discutieron le llamó neurótico. Siempre exageraba. Nervioso, sí. Como para no estarlo: era cierto que ahora se jugaba el todo por el todo. Se sentía El Llanero Solitario, solo ante el peligro. Le había pasado otras veces y no se acostumbraba: los nervios, los malditos nervios…

Cuando entró en la sala, al fondo divisó a 5 personas cómodamente parapetadas tras una mesa que le miraban. De una ojeada estudió al grupo y se hizo una idea de quienes tenía delante: tres mujeres y dos hombres, uno de ellos de cierta edad. De entre las mujeres una era una rubia teñida y malencarada; otra mayor, que se dedicaba a cambiar cosas de la mesa y la tercera, más joven, era la que le miraba más fijamente. Por el contrario los hombres adoptaban una imagen más neutra, quizás expectante: uno era de su generación, pero el de más edad fué el que le dirigió la palabra. Quizás fuera el presidente del Tribunal ya que le animó a hablar con “Joven, Vd. dirá…” Trató de serenarse y de recordar que Mari Pili le dijo que en media hora se verían y ya habría pasado el trago…
Respiró profundamente y empezó haciendo una introducción de la memorizada Programación. Justificó pedagógicamente la que había seleccionado y recitó de carrerilla la Fundamentación normativa en la que debía basarse, vinculando las Finalidades educativas que se perseguía. Esa parte requería un esfuerzo especial pues estaba llena de Leyes Orgánicas, Ordenes, Decretos y fechas fáciles de olvidar y confundir. Las dijo todas de un tirón en unos tres minutos ante las sonrisas –pensó un tanto forzadas- de sus anfitriones.
Pasó seguidamente a hablar del contexto educativo y del tipo de alumnado. Aquí adoptó y tono algo más calmado y próximo. Habló de la realidad del Centro y del entorno en donde se ubicaba. Se enrolló con las características de la escuela, los posibles alumnos y remachó la cháchara con una de sus joyas: la vinculación e integración con el Equipo de Coordinación de Planes que, evidentemente, causó el efecto esperado pues todos los de la mesa, a esas alturas, tenían cara de asombro.
Sin darles oportunidad de que le preguntasen pasó como un rayo a los Objetivos, Contenidos y Criterios de Evaluación, tratando de remarcar el enfoque globalizador de su programación. Había terminado con los Contenidos Conceptuales y trataba de no olvidar ninguno de los Procedimentales cuando se dio cuenta que el tribunal se removía nervioso. Calculó que solo llevaba diez minutos. La más joven le sonreía abiertamente pero los restantes miembros tenían cara ya de indignados. ¿Quizás había olvidado algo? ¿Qué error había cometido? Cuando inició los Contenidos Actitudinales aquellas personas empezaron a hablar entre ellas. El presidente bebió agua de un vaso que soltó sobre la mesa de golpe, violentamente. Trató de serenarse y comprender que era normal el cansancio y que por allí pasarían muchos como él y que quizás intercambiaban opiniones. El sabía que lo importante era no callarse, no perder el hilo… Tragó saliva y continuó.
Una sombra de duda, que rápidamente apartó, no le hizo detenerse. Alzando más la voz enumeró en un pis-pás las Unidades Didácticas de los diferentes trimestres, habló de los planes interculturales que tenía previstos –otra de sus joyas- y las pautas metodológicas a nivel de aula. En ello estaba cuando, mirando los rostros, trato de indagar algún signo a su favor, alguna señal, un movimiento de asentimiento, algo. No observó ninguno y empezó a tartamudear. Dejó después alguna que otra frase sin terminar. Notó ahora que sudaba, y tuvo la certeza que se estaba liando pues posiblemente estaba resultando un poco confuso ya que tres de los miembros se habían levantado repentinamente furiosos, increpándole algo que no logró entender y, para colmo, los restantes no disimulaban sus carcajadas. Aquello definitivamente lo hundió…

El estaba pidiéndoles que por favor le dejaran terminar, que lo tenía todo controlado, que se encontraba algo nervioso. Se humilló señalando que necesitaba aprobar, que hasta su novia le abandonaría, que le iba la vida en ello… Entonces es cuando, asombrosamente, apareció Mari Pili con una bandeja repleta de tazas de café preguntándole que qué le había parecido su familia.
de Paco Córdoba