jueves, 10 de abril de 2008

RENCOR

Todos los días los veo venir. Todos. Poco a poco van ocupando sus mesas. Cuando llegan yo ya estoy en mi sitio y, aunque calladita, les oigo criticarme. Yo no digo ni pío pues mi carácter es así y, aunque antes estaba mejor vista, últimamente me cuesta aguantar tonterías. Creo que debe de ser cosa de los años porque –la verdad- ya tengo unos pocos.
Antes, al menos, el maestro se ponía de mi lado; era comprensivo pero ahora veo que los tiempos han cambiado. ¡Vaya si han cambiado! El otro día, precisamente, cuando algunas me criticaban abiertamente, ni siquiera él me salió a defenderme: al contrario, se puso de parte de ellas. No daba crédito a lo que oía cuando le díó la razón a la charlatana de la esquina que me tiene tanta manía. Sé bien lo que me llamó: vieja. ¡Vieja! Éso, a mi entender, no es malo: lo que significa es tener mas experiencia Pero lo dijo dos veces más en toda la tarde. Y podía haber empleado otra palabra. Qué falta de tacto...
La primera vez pensé que al hombre se le había escapado por puro despiste o bien porque trataba de apaciguar a la más criticona, pues le hablaba quedamente a ella, a ella solamente, pues sabe que es la más revoltosa. Yo, ni me inmuté y me hice la distraida. Pero al rato llegó a referirse a mí en los mismos términos. Y me llamó también "impredecible", que de mí se podía esperar cualquier cosa. Eso me dolió muchísimo. Por lo menos podía haber empleado otro adjetivo, ser más diplomático. Pero no.
Veo que ya ha tomado partido. Es evidente que ya no le importo nada. Yo ya soy un cero a la izquierda en esta clase. Y pensar que fue este maestro quien me trajo desde la otra punta del pueblo... Entonces fue cuando me juré que todos, incluido él, me las pagarían. Todos, sí señor. Mientras, yo como si nada, a lo mío, que para eso soy la reina del disimulo...
Antes eran las cosas de otra manera y más o menos a todas caía bien. Conozco a la mayoría, aunque cada año hay gente nueva. Antes eran todas mujeres y, desde unos años para acá, aparecieron hombres. Con ellos siempre me he llevado bien y me tratan con tacto. Porque yo reconozco que tengo mis prontos si me calientan. Sin embargo, con ellas siempre fue un poco diferente. Veo ahora que a las más mayores no les caí bien desde el principio pues tenía cierto encanto pero…. bueno, nos apañábamos todos en la clase y el clima era agradable.
Eso era hace tiempo. No mucho. Luego, la cosa se empezó a torcer: fueron ellas las que me empezaron a tomar manía. Primero -dije- fue la criticona de la esquina. Luego su compañera de al lado. Semanas después ya no eran dos ni tres, sino casi media clase. Aún entonces el maestro me defendía. Pero cuando empezaron los hombres por lo bajo a hablar mal de mí, eso, ya pasó de castaño oscuro. Ellos, que siempre me defendieron. Parece mentira…
No olvidaré nunca la tarde aquella cuando Manolo (“mi Manolo”, el que siempre a escondidas me trató divinamente) se puso de parte de ellas. De “ellas”, las que siempre me ponían de vuelta y media. Aquello me rompió el corazón.
Por eso hoy ya no siento pena. Hoy solo siento rencor...
De hoy no paso. Hoy será mi venganza. Venganza que llegará a todo el Centro de Educación Permanente de Priego.
Hoy, a las 6 de la tarde, y delante de todas y de todos, pienso hacerlo. Hoy sí tendrán un motivo verdadero para hablar mal de mí, para decirme que no sirvo, para llamarme vieja. Hoy dirán que se me han fundido los plomos. Hoy pienso dejarlos pasmados….
Porque hoy, como estufa, pienso dejarlos fríos.


de Paco Córdoba.