jueves, 3 de abril de 2008

AMENAZAS

Tengo muchos años, estoy con achaques y sé que no soy la de antes. Pero mientras más mayor, más cariño me tiene el dueño de la casa en que trabajo.
Es una casa preciosa, señorial, andaluza, grande, antigua, con patio y largos pasillos que recorro una y otra vez. Así estoy, que no puedo ya con mi alma. En la casa llevo más de cincuenta años, nunca estuve en otra.
El señor también es mayor y tiene pocos años más que yo. El valora mi trabajo y me estima. Diría que me quiere a su manera… pero su mujer es mucho más joven y se que me tiene manía. Y no solo a mí, sino también a mi compañera. Le oímos decir que ya no nos aguanta. Estoy segura que cualquier día nos echa de la casa y eso acabaría conmigo. No sé si son celos…
Lo cierto es que ella es muy estirada. Estoy segura que eso, aparte de una barbaridad, el despido supondría un gran disgusto para el señor y que en secreto me echaría mucho de menos… no solo a mí, sino a mi compañera, especialmente por las noches, que el señor es muy cómodo y difícil sería que se apañara solo con una...
Y, por favor, no piensen mal, que ni nosotras ni el estamos para muchos trotes.
El problema de esta casa es que últimamente he estado solo rodeada de presumidas. Aclaro que yo no soy ya gran cosa; creo que nunca lo fui –para qué engañarnos- pero fue el señor se fijó en mí, y no en cualquier otra de las que por allí andábamos. Soy discreta, oscura y dicen que gordilla. No soy agraciada pero como yo de sufrida, la verdad es que ya hay pocas.
La compañera que trabaja conmigo y yo siempre intentamos ser agradables. De vez en cuando el señor nos habla cariñosamente cuando su esposa no está cerca. Nos susurra que hasta que no está con nosotras no se encuentra en casa. Claro que cuando alguna vez le pilla la señora con nosotras siempre hay bronca. Y ciertamente lo comprendo…
Ella le amenaza una y otra vez con ponernos de patitas en la calle. Le dice muy enfadada que no sabe cómo nos soporta, que terminaremos en la basura, como lo que somos. Son palabras muy duras que sabemos le hieren a él en lo más profundo, pues nos tiene verdadero cariño. Ella, en cambio, olvida que nos recomendó. Y eso que nos conoció en una calle del tres al cuarto.
Vuelvo a decir que comprendo que nunca hemos valido un duro y que hay otras que harían un papel mejor en esta casa tan clásica, tan grande y señorial pues ya somos viejas y eso se nota. Pero por muchos aires que se dé la señora no se arriesga en el fondo a meter a otras en casa pues hoy suelen aguantar bien poco.
Y es que sabe que no hay zapatillas como las de antes.

de Paco Córdoba