jueves, 20 de marzo de 2008

LA COTILLA

Algunas es que tenemos mala fama sin comerlo ni beberlo. Sin embargo los diccionarios aclaran el término diciendo que una cotilla es la “amiga de cuentos”. Una cuentista ¿no...? Y, eso yo no lo veo peyorativo pues… ¡Anda que no hay gente que vive de eso!. Claro que después esos libros se explayan y especifican más diciendo que es equivalente a: "chismosa, trolista, embustera, mentirosa, impostora, fabuladora, propagadora de patrañas", etc. etc...
Nada bueno ni halagador. Un desastre.
Pero no es verdad. Al menos, en lo que a mí concierne.
Hombre, cierto es que me entero de muchísimas cosas: desde los deseos más ocultos, hasta los secretos más inconfesables. Pero, oigan, yo me entero sin preguntar directamente. No a través de otros, sino bien cerquita, sin disimulos.
Es la gente la que me cuenta cosas. Muchas, sin que yo pregunte nada. En el fondo creo que así se sienten mejor. Pero no vayan a creer yo voy por ahí pregonando. No. De éso, nada.
En confianza diré que, si me pongo un poquito tierna, los niños me hablan de sus sueños. Y sin rubor aclaro que hasta me acarician y todo. Yo a cambio les ayudo a dormir.
Pero con la gente mayor creo que no tengo tanta maña, pues se empeñan en compartir sus preocupaciones conmigo y, claro, se desvelan. Y algunos se ve de lejos que no tienen la conciencia muy limpia. Pero estoy acostumbrada.
Ya digo que tengo mala fama, a pesar de que todos me conocen y los conozco desde que apenas han nacido. Son incapaces de reconocer que todos, absolutamente todos, me utilizan.
Ya sé que también hablan a mis espaldas. No me ofendo. Yo a todos les sirvo lo mejor que puedo. Ello va en mi carácter de almohada.

de Paco Córdoba