miércoles, 30 de abril de 2008

PALÍNDROMOS EN CLASE

Muchos de mis alumnos son producto de un milagro:
Aunque a primera vista son veinteañeros y con una madurez presumiblemente afianzada.

Sin embargo, como ignoran gran parte de los conocimientos básicos necesarios, se pasan los primeros días del curso aprendiendo lo que ya deberían dominar.

Con el paso de las semanas la mayoría des-maduran y rejuvenecen, convirtiéndose en muchachos y muchachas llenos de una vitalidad que inunda nuestras clases.

Cuando alcanzan ya el fin del primer trimestre, des-estudian y creen mayoritariamente en que determinados golpes de suerte les salvarán.

Meses más tarde esos alumnos des-juvenecen y alcanzan unos de los momentos más felices de sus vidas, especialmente con la llegada de la primavera en que, curiosamente -por empatía y simpatía- explosionan e ignoran obligaciones y hasta empiezan a faltar a clase cual niños que solo tontean y juegan.

Con el paso de las semanas, la mayoría des-infantilizan en una etapa posterior y en un proceso que se acelera vertiginosamente que suele desarrollarse a lo largo del tercer trimestre.

Después alcanzan plenamente la fase pseudo-natal durante la época estival en la que piden y exigen todo, dependiendo absolutamente de sus sorprendidos padres.

Sin embargo, como ignoran gran parte de los conocimientos básicos necesarios, se pasan los primeros días del verano aprendiendo lo que ya deberían dominar.

Aunque a primera vista son veinteañeros y con una madurez presumiblemente afianzada.
Y es que muchos de mis alumnos son producto de un milagro.

de Paco Cördoba

viernes, 25 de abril de 2008

ÚLTIMO SMS

Pp: uso l mvl xa dcrt ktdjo xq slo mjr. Toy knsda dtu krktr pro sl raldd. Bo kse mskp la vid kntgo. No ai + kdms? Xmi s + san str dnd kero. No kero + bss i skss. Kro bbr d otr mnr. L smn psd m sñlst l kr. Sl ultm b pp. Ers mxsta, rdinro i violnto. Kt agnt tu mdr. ¡¡Ktdn!!
Bai. NKRN



……


Pepe: uso el móvil para decirte que te dejo porque es lo mejor. Estoy cansada de tu carácter pero es la realidad. Veo que se me escapa la vida contigo. No hay más ¿quedamos? Para mi es más sano estar donde quiero. No quiero más besos y excusas. Quiero vivir de otra manera. La semana pasada me señalaste la cara. Es la última vez, Pepe. Eres machista, ordinario y también violento. Que te aguante tu madre. ¡¡Que te den!! Adiós. ENCARNA

martes, 22 de abril de 2008

TRUCOS CASEROS

La cosa estaba transcurriendo como siempre. La charla era la vigésimo tercera que efectuaba en aquella provincia por muy diferentes locales. Había estado en distintas Asociaciones de Vecinos, Hogares del Pensionista, Servicios Sociales de Ayuntamientos. Nada nuevo para un tipo tan desenvuelto como el. Pero en aquella ocasión era la primera vez que le habían llamado a través de una conocida, a un Centro de Educación Permanente de Adultos. Por ello se encontraba un poco nervioso. La conocida, maestra en el centro, le había insistido en que el tema a desarrollar fuera, ante todo, “cercano, visual y práctico” y “que no se aburriera la gente”. Y a ello estaba intentando aplicarse aquella tarde, especialmente, ante la multitud sentada mayoritariamente de señoras muy sospechosamente parecidas a su suegra.
Llevaba 20 minutos y deseaba terminar de una vez pues empezaba a ver ceños fruncidos y alguna que otra señora entrada en años dando una cabezadita aprovechando el video que durante unos minutos había proyectado. Por eso levantó la voz y teatralizando el gesto señaló hacia una mesa repleta de botes de distintos tamaños y diferentes telas manchadas. Intentaba, desde lo alto del entarimado, concluir su perorata sobre el “Hogar, ¿dulce hogar?” Hablando con voz grave recalcó que además de multitud de productos comerciales indicados para la limpieza de manchas específicas, existen muchos productos químicos con propiedades limpiadoras: acetona, agua oxigenada, aguarrás, amoniaco, benzol, esencia de trementina, lejía, sal, tetracloruro de carbono, talco, tricloretileno, aceite, agua, alquitrán… y alcohol.
Veamos unos ejemplos para terminar -dijo:
1.- Los cercos producidos por botellas y vasos se frotan con esencia de trementina mezclada con aceite de linaza y ya está. Solucionado.
Y mostrando dos vasos con marcas ante un salón abarrotado que parecía retomar la atención, las frotó, sonrió y desaparecieron.
2.- Para limpiar alfombras y moquetas háganlo con champú y si quedan cercos, froten con una esponja humedecida en vinagre blanco y alcohol a partes iguales. –Y señaló el bote
… pero seamos prácticos: si Vdes. no tienen uno a mano, usen una bebida de cierta graduación.
3.- Para remover el óxido en superficies cromadas, solo deben frotarlas con un trozo de papel de aluminio arrugado mojado en coca-cola y a los pocos minutos las manchas desaparecerán.
… pero mezclada con una ginebra como esta, es igual.
4.- Para desprender calcomanías, papel, goma o silicona adheridos a cualquier superficie de vidrio, apliquen la misma técnica anterior –y señaló el vaso.
… pero je, je, mezclado con este ron de caña andaluz está estupendo.
5.- Para limpiar los terminales de las baterías de los coches, viertan sobre ellos un poco de la marca americana anteriormente señalada y las burbujas se llevarán la corrosión.
… pero, pero, si la mezclan, mezclan con vodka ruso está güai, güai.
6.- Pa, para limpiar los paaaarabrisas de sus casas o el criiiistaaaal de la meeesa camilla….. digo, que el parabrisas de tu coche tambiennnn se limpia con lo anterior.
… pero con whisky escocés, ejem, está superiorrr.
7.- Pa desmanchar la taza del water basta sooooolo con vaciarle gran parte del contenido de una lata de la dichosa coca-cola y dejaaaaarla en reposo unos minutos, luego ¡cling! –y simuló que tiraba de la cadena de una imaginaria cisterna- dejas correr el agua, je, je, y mientras con los dos dedos…. que quedan en la lata…. me estoy liando… creo….
… pero loh meeeezclah con tintorro manchego y daaaaaá iguaá, iguaáiguaá…
8.- Paaaaa quitáhme la mona qu´ehtooooy piullandopillando, pol lamaníamanía deséhpráctico ynoaburríh, creo... será mmmmmejooooh... unabuena... ducha.
… peeeeero sid´agua frehquitafrehquita, mejóhmejóh. Múuuuuucho mejooooh...


de Paco Córdoba

jueves, 17 de abril de 2008

TRIBUNAL

Necesitaba ya de una vez aprobar aquellas oposiciones. Sabía que su futuro dependía de ellas. Su novia decía que con trabajos temporales del tres al cuarto que tenían los dos no se iba a ningún lado, y menos en estos tiempos de crisis. “Y que él, erre que erre, empeñado en ser maestro” -repetía. Ella no era consciente de su vocación y de la dificultad que para una persona tímida ese trámite significaba. La única verdad era que tenían sus años y que el tiempo pasaba. Mari Pili -su novia- ya le había dado un ultimátum: o aprobaba o ellos rompían. Y esta vez parece que iba en serio. Pero tanta presión le afectaba, no era buena, y la prueba de ello es que últimamente se encontraba más nervioso que de costumbre e incluso ella lo había notado: la última vez que discutieron le llamó neurótico. Siempre exageraba. Nervioso, sí. Como para no estarlo: era cierto que ahora se jugaba el todo por el todo. Se sentía El Llanero Solitario, solo ante el peligro. Le había pasado otras veces y no se acostumbraba: los nervios, los malditos nervios…

Cuando entró en la sala, al fondo divisó a 5 personas cómodamente parapetadas tras una mesa que le miraban. De una ojeada estudió al grupo y se hizo una idea de quienes tenía delante: tres mujeres y dos hombres, uno de ellos de cierta edad. De entre las mujeres una era una rubia teñida y malencarada; otra mayor, que se dedicaba a cambiar cosas de la mesa y la tercera, más joven, era la que le miraba más fijamente. Por el contrario los hombres adoptaban una imagen más neutra, quizás expectante: uno era de su generación, pero el de más edad fué el que le dirigió la palabra. Quizás fuera el presidente del Tribunal ya que le animó a hablar con “Joven, Vd. dirá…” Trató de serenarse y de recordar que Mari Pili le dijo que en media hora se verían y ya habría pasado el trago…
Respiró profundamente y empezó haciendo una introducción de la memorizada Programación. Justificó pedagógicamente la que había seleccionado y recitó de carrerilla la Fundamentación normativa en la que debía basarse, vinculando las Finalidades educativas que se perseguía. Esa parte requería un esfuerzo especial pues estaba llena de Leyes Orgánicas, Ordenes, Decretos y fechas fáciles de olvidar y confundir. Las dijo todas de un tirón en unos tres minutos ante las sonrisas –pensó un tanto forzadas- de sus anfitriones.
Pasó seguidamente a hablar del contexto educativo y del tipo de alumnado. Aquí adoptó y tono algo más calmado y próximo. Habló de la realidad del Centro y del entorno en donde se ubicaba. Se enrolló con las características de la escuela, los posibles alumnos y remachó la cháchara con una de sus joyas: la vinculación e integración con el Equipo de Coordinación de Planes que, evidentemente, causó el efecto esperado pues todos los de la mesa, a esas alturas, tenían cara de asombro.
Sin darles oportunidad de que le preguntasen pasó como un rayo a los Objetivos, Contenidos y Criterios de Evaluación, tratando de remarcar el enfoque globalizador de su programación. Había terminado con los Contenidos Conceptuales y trataba de no olvidar ninguno de los Procedimentales cuando se dio cuenta que el tribunal se removía nervioso. Calculó que solo llevaba diez minutos. La más joven le sonreía abiertamente pero los restantes miembros tenían cara ya de indignados. ¿Quizás había olvidado algo? ¿Qué error había cometido? Cuando inició los Contenidos Actitudinales aquellas personas empezaron a hablar entre ellas. El presidente bebió agua de un vaso que soltó sobre la mesa de golpe, violentamente. Trató de serenarse y comprender que era normal el cansancio y que por allí pasarían muchos como él y que quizás intercambiaban opiniones. El sabía que lo importante era no callarse, no perder el hilo… Tragó saliva y continuó.
Una sombra de duda, que rápidamente apartó, no le hizo detenerse. Alzando más la voz enumeró en un pis-pás las Unidades Didácticas de los diferentes trimestres, habló de los planes interculturales que tenía previstos –otra de sus joyas- y las pautas metodológicas a nivel de aula. En ello estaba cuando, mirando los rostros, trato de indagar algún signo a su favor, alguna señal, un movimiento de asentimiento, algo. No observó ninguno y empezó a tartamudear. Dejó después alguna que otra frase sin terminar. Notó ahora que sudaba, y tuvo la certeza que se estaba liando pues posiblemente estaba resultando un poco confuso ya que tres de los miembros se habían levantado repentinamente furiosos, increpándole algo que no logró entender y, para colmo, los restantes no disimulaban sus carcajadas. Aquello definitivamente lo hundió…

El estaba pidiéndoles que por favor le dejaran terminar, que lo tenía todo controlado, que se encontraba algo nervioso. Se humilló señalando que necesitaba aprobar, que hasta su novia le abandonaría, que le iba la vida en ello… Entonces es cuando, asombrosamente, apareció Mari Pili con una bandeja repleta de tazas de café preguntándole que qué le había parecido su familia.
de Paco Córdoba

martes, 15 de abril de 2008

MANUAL

Antes de usar diariamente:
-Serénese. Respire a fondo y abra la puerta.
-No se equivoque y vaya a ocupar su sitio. Lo descubrirá al fondo.
-Evitará daños irreparables si sigue los siguientes pasos:

1.-Deslice su figura con aplomo a lo largo del pasillo central en la dirección antes indicada.


2.-Mientras lo hace, procure no tropezar pues ello será indicativo de cómo se desarrollará el día.

3.-Observe disimuladamente las aristas de los rostros más significativos. No mire directamente.

4.-Cerciórese de colocarse tras la mesa que se supone es la suya. En caso contrario lo notará por:
A: La airada mirada de su inquilino/a ya instalado/a
B: Porque se encontrará algo estrecho.

5.-Cuando ocupe su lugar asegúrese que la silla no esté de lado pues con los nervios, ya se sabe. Un error de este calibre puede acarrearle una fractura y el costalazo quedaría en la memoria del lugar durante muchos años, posiblemente durante generaciones y la anécdota derivaría en mito.

6.-Accione un tono neutro de voz para saludar y dar las buenas tardes. Procure que no le salga ningún gallo y que ciertamente sea por la tarde y no el turno de noche. Ello acarrearía sonrisas varias y hasta comentarios negativos de la parte más crítica.

7.-No podrá activar más de tres veces el mismo tono. Perdería la modulación inicial con el consiguiente riesgo anteriormente mencionado.

8.-Pasee la mirada a lo largo del lugar. Mire especialmente al fondo.

9.-Entrecierre los ojos, como recordando algo. Si lo hace bien:
A: Parecerá más interesante al sector femenino y por contra el masculino pensará que trama algo.
B: Evitará un brillo excesivo de sus ojos, producto sin duda de la conciencia del riesgo del momento, que podría ser malinterpretado.

10.-Baje la mirada. Pulse la cerradura de su cartera. Es eso que Vd. ha traído en la mano desde casa.

11.-Ábrala. Procure que no le tiemble el pulso. De ser así, busque su escorzo más favorable.

12.-Saque con decisión los folios – sólo los escritos- que deberá repartir. Mientras, intente sonreir.

13.-Repártalos. No olvide -¡por dios!- a nadie. Por las secciones más críticas pase rápidamente.

14.-Una vez en su lugar observe los rostros. Tiene dos posibilidades o un 50 % de acierto:
A: No pasa nada en especial. No hay reacción: ha tenido suerte.
B: Nace un murmullo que deriva en ruido. En este caso se ha equivocado de materia.

15.-Si el ruido insistente termina en jolgorio es que, además, se ha equivocado de clase.

16.-No se inmute. No diga palabra: ahora el gallo sería seguro.

17.-Recoja sus cosas y váyase a la clase de al lado. Seguro que ahora sí es la suya. Lo descubrirá por los rostros sonrientes y malévolos que esperan al nuevo maestro del Centro de Educación de Adultos de Priego.

18.-Procure no repetir los errores anteriores.



de Paco Córdoba

sábado, 12 de abril de 2008

PACTO ACRÓSTICO

L evantamos por la presente Acta cada1
E nterramos envidias y procuramos sinceros olvi2
T ras oír durante años tantas quejas de to2
R econocemos Letras y Números que hemos sido mal cria2
A la lucha fraticida -por nuestro orgullo- éramos arrastr2
S olucionemos hoy los enfrentamientos antiguos y profun2

Y hagámoslo hoy en clase de Adultos, en el Día del Libro, ¡par10!

N osotros decimos que somos igual de váli2
U námonos aquí como prueba, ante los clamores terres3
M andemos también esperanzados mensajes firma2
E l que diga después que siempre fuimos unos vendi2
R econocerá que aquellos errores quedaron enterra2
O jocosamente, que pudimos compartir 14 versos p8s

S ellamos este pacto el 23 de abril, convenci2

de Paco Córdoba

viernes, 11 de abril de 2008

MÍA

La tengo en el bote.
Sé que ha disimulado cuando vió cómo le remiraba. Seguramente se ha sentido muy halagada y hasta deseada. A pesar de la música y ser madrugada creo saber que todas vienen a lo mismo. Cuando me acerqué le dije que ya lo sabía y que lo de menos era el concierto de aquel bar. Me miró de arriba abajo, sorprendida, y creo que me puntuó de notable para arriba. Arqueó las cejas y después sonrió.
Le seguí su juego y me aproximé más. Mis dedos llegaron a acariciar, como de paso, su cintura. Verdaderamente de cerca era toda una hembra. Ella no sabía aún que sería mía. A pesar del ambiente y que evidentemente le gustaba, actuó como si nada.
Yo pasé a la segunda parte de mi plan tantas veces meditado como macho experto: me puse más cerca para admirar la suave curvatura de sus hombros al descubierto y pude oler la fragancia de su linda melena negra.
Nuestros hijos –pensé- serían perfectos. Y guapos. Uno, el mayor, se llamará Mario y las dos niñas Tere y Pili. Bueno, mejor tres, con Vanesa. Pensaba hacerle una confidencia al oído del tipo “nena: hemos nacido el uno para el otro” cuando, en un movimiento inesperado se acercó a la barra, brazo en alto, gesticulando pues a buen seguro querría invitarme para celebrarlo…
Y el “otro”, un armario de cerca de uno noventa que dijo ser su marido, me sacó a la fría calle sin contemplaciones.




de Paco Córdoba.

jueves, 10 de abril de 2008

RENCOR

Todos los días los veo venir. Todos. Poco a poco van ocupando sus mesas. Cuando llegan yo ya estoy en mi sitio y, aunque calladita, les oigo criticarme. Yo no digo ni pío pues mi carácter es así y, aunque antes estaba mejor vista, últimamente me cuesta aguantar tonterías. Creo que debe de ser cosa de los años porque –la verdad- ya tengo unos pocos.
Antes, al menos, el maestro se ponía de mi lado; era comprensivo pero ahora veo que los tiempos han cambiado. ¡Vaya si han cambiado! El otro día, precisamente, cuando algunas me criticaban abiertamente, ni siquiera él me salió a defenderme: al contrario, se puso de parte de ellas. No daba crédito a lo que oía cuando le díó la razón a la charlatana de la esquina que me tiene tanta manía. Sé bien lo que me llamó: vieja. ¡Vieja! Éso, a mi entender, no es malo: lo que significa es tener mas experiencia Pero lo dijo dos veces más en toda la tarde. Y podía haber empleado otra palabra. Qué falta de tacto...
La primera vez pensé que al hombre se le había escapado por puro despiste o bien porque trataba de apaciguar a la más criticona, pues le hablaba quedamente a ella, a ella solamente, pues sabe que es la más revoltosa. Yo, ni me inmuté y me hice la distraida. Pero al rato llegó a referirse a mí en los mismos términos. Y me llamó también "impredecible", que de mí se podía esperar cualquier cosa. Eso me dolió muchísimo. Por lo menos podía haber empleado otro adjetivo, ser más diplomático. Pero no.
Veo que ya ha tomado partido. Es evidente que ya no le importo nada. Yo ya soy un cero a la izquierda en esta clase. Y pensar que fue este maestro quien me trajo desde la otra punta del pueblo... Entonces fue cuando me juré que todos, incluido él, me las pagarían. Todos, sí señor. Mientras, yo como si nada, a lo mío, que para eso soy la reina del disimulo...
Antes eran las cosas de otra manera y más o menos a todas caía bien. Conozco a la mayoría, aunque cada año hay gente nueva. Antes eran todas mujeres y, desde unos años para acá, aparecieron hombres. Con ellos siempre me he llevado bien y me tratan con tacto. Porque yo reconozco que tengo mis prontos si me calientan. Sin embargo, con ellas siempre fue un poco diferente. Veo ahora que a las más mayores no les caí bien desde el principio pues tenía cierto encanto pero…. bueno, nos apañábamos todos en la clase y el clima era agradable.
Eso era hace tiempo. No mucho. Luego, la cosa se empezó a torcer: fueron ellas las que me empezaron a tomar manía. Primero -dije- fue la criticona de la esquina. Luego su compañera de al lado. Semanas después ya no eran dos ni tres, sino casi media clase. Aún entonces el maestro me defendía. Pero cuando empezaron los hombres por lo bajo a hablar mal de mí, eso, ya pasó de castaño oscuro. Ellos, que siempre me defendieron. Parece mentira…
No olvidaré nunca la tarde aquella cuando Manolo (“mi Manolo”, el que siempre a escondidas me trató divinamente) se puso de parte de ellas. De “ellas”, las que siempre me ponían de vuelta y media. Aquello me rompió el corazón.
Por eso hoy ya no siento pena. Hoy solo siento rencor...
De hoy no paso. Hoy será mi venganza. Venganza que llegará a todo el Centro de Educación Permanente de Priego.
Hoy, a las 6 de la tarde, y delante de todas y de todos, pienso hacerlo. Hoy sí tendrán un motivo verdadero para hablar mal de mí, para decirme que no sirvo, para llamarme vieja. Hoy dirán que se me han fundido los plomos. Hoy pienso dejarlos pasmados….
Porque hoy, como estufa, pienso dejarlos fríos.


de Paco Córdoba.

jueves, 3 de abril de 2008

AMENAZAS

Tengo muchos años, estoy con achaques y sé que no soy la de antes. Pero mientras más mayor, más cariño me tiene el dueño de la casa en que trabajo.
Es una casa preciosa, señorial, andaluza, grande, antigua, con patio y largos pasillos que recorro una y otra vez. Así estoy, que no puedo ya con mi alma. En la casa llevo más de cincuenta años, nunca estuve en otra.
El señor también es mayor y tiene pocos años más que yo. El valora mi trabajo y me estima. Diría que me quiere a su manera… pero su mujer es mucho más joven y se que me tiene manía. Y no solo a mí, sino también a mi compañera. Le oímos decir que ya no nos aguanta. Estoy segura que cualquier día nos echa de la casa y eso acabaría conmigo. No sé si son celos…
Lo cierto es que ella es muy estirada. Estoy segura que eso, aparte de una barbaridad, el despido supondría un gran disgusto para el señor y que en secreto me echaría mucho de menos… no solo a mí, sino a mi compañera, especialmente por las noches, que el señor es muy cómodo y difícil sería que se apañara solo con una...
Y, por favor, no piensen mal, que ni nosotras ni el estamos para muchos trotes.
El problema de esta casa es que últimamente he estado solo rodeada de presumidas. Aclaro que yo no soy ya gran cosa; creo que nunca lo fui –para qué engañarnos- pero fue el señor se fijó en mí, y no en cualquier otra de las que por allí andábamos. Soy discreta, oscura y dicen que gordilla. No soy agraciada pero como yo de sufrida, la verdad es que ya hay pocas.
La compañera que trabaja conmigo y yo siempre intentamos ser agradables. De vez en cuando el señor nos habla cariñosamente cuando su esposa no está cerca. Nos susurra que hasta que no está con nosotras no se encuentra en casa. Claro que cuando alguna vez le pilla la señora con nosotras siempre hay bronca. Y ciertamente lo comprendo…
Ella le amenaza una y otra vez con ponernos de patitas en la calle. Le dice muy enfadada que no sabe cómo nos soporta, que terminaremos en la basura, como lo que somos. Son palabras muy duras que sabemos le hieren a él en lo más profundo, pues nos tiene verdadero cariño. Ella, en cambio, olvida que nos recomendó. Y eso que nos conoció en una calle del tres al cuarto.
Vuelvo a decir que comprendo que nunca hemos valido un duro y que hay otras que harían un papel mejor en esta casa tan clásica, tan grande y señorial pues ya somos viejas y eso se nota. Pero por muchos aires que se dé la señora no se arriesga en el fondo a meter a otras en casa pues hoy suelen aguantar bien poco.
Y es que sabe que no hay zapatillas como las de antes.

de Paco Córdoba

miércoles, 2 de abril de 2008

NOVELA NEGRA

Estaban transcurriendo los últimos días del curso más tranquilos que años anteriores. El aire acondicionado de su despacho zumbaba monótonamente lo que unido al cartel de una paradisíaca playa que tenia en la pared de enfrente le confería a su lugar de trabajo un aire exótico y tropical, cercano al verano -sentía ella. Ella era Filomena López –Filo para sus compañeros- que apuraba los últimos días de su cómodo destino laboral en la Delegación Provincial pensando que las ya muy próximas vacaciones bien se las había ganado a pulso.
Filo era Coordinadora de algo que empezó a llamarse “Programa de Educación de Adultos”, un apagafuegos para remediar todos los males educativos y que, con paso de los años, no sabía muy bien ya qué cosa era. Pero poco le importaba, porque "ella" -pensaba- era una triunfadora ya que había logrado quitarse de en medio el fastidio de explicar todas las tardes a marias de armas tomar y noches a jovenzuelos e inmigrantes, en clases mal dotadas y encima andar por carreteras que apenas salían en los mapas de la comunidad autónoma. Filo era una persona “situada”, aunque las malas lenguas la tacharían de desclasada y de renegar de sus orígenes pues nació y se crió un pequeño pueblo de la provincia, aunque presumiera ahora de una ajetreada vida urbana en la capital y que hasta tenía un hijo quinceañero que formaba parte de un grupo postmoderno y a la última.
Por eso le fastidió sobremanera cuando, hojeando aquella mañana el periódico, vió toda una página dedicada a un suceso truculento y que le ateñía: en la sección de Sucesos aparecía la foto de una sala revuelta, estanterías caídas y un individuo con la cabeza apoyada en la mesa, como dormido, y un titular: “Posible asesinato de un maestro de Educación Permanente de Adultos en....” no leyó más.
Ella era de naturaleza nerviosa y, desde el primer momento ya sabía que le habían fastidiado “sus” vacaciones. Alterada, se preguntó cómo podía haber sucedido algo así. Sabía que la profesión de la enseñanza podía tener ribetes peligrosos pero no de esos extremos, y menos en el departamento de Adultos.
Casi de inmediato, cortándole sus pensamientos, entró Gutiérrez el conserje dejándole una carta del Delegado en la que le pedía hiciera un informe detallado del caso, “al margen de la Policía, por pura curiosidad” -especificaba- ya que él se marchaba a un ciclo de conferencias internacionales en el Caribe. Y concluía: “…Por todo ello, estimada compañera –decía la misiva- te ruego redactes un informe del entorno educativo en que se desenvolvió el desafortunado maestro V. C. P. (q.e.p.d.) y que me lo hagas pasar a mi vuelta. Gracias.”


Rodaba por la serpenteante senda provincial con su Volvo nuevecito mientras iba maldiciendo todos los baches que pillaba en el camino. Había olvidado el campo, el color de la tierra… Le sorprendía que las espigas de los cereales estuvieran casi para la siega y que bandadas de pájaros cruzaran los cielos…A lo lejos las altas montañas se recortaban en el horizonte. Poco a poco, adentrándose por caminos de tercer o cuarto orden de la red provincial de carreteras fue acercándose a dichoso pueblo en que impartió clase el tal V.
En el asiento de al lado llevaba un sobre con algunos datos del difunto maestro que había logrado recopilar en la Sección de Personal: su especialidad académica, currículum vitae, domicilio y poco más. Y una foto. Una cara de fotomatón, como de detenido por la Guardia Civil: un bigote, una barba, unas ojeras, unas gafas pasadas de moda y una cara de despistado era lo que mostraba la única fotografía que había logrado encontrar en toda la Delegación.
Aparcó -es un decir- el coche en la irregular Plaza del pueblo entre un tractor y una camioneta. Una nube de inquietos chiquillos ya en vacaciones se la quedaron mirando. Inmediatamente se maldijo de no haber venido vestida de otro modo. Con su chaqueta y la falda corta tenía una pinta de señorita de ciudad que no le ayudaría a investigar el caso.
Lo primero que hizo fue preguntar por el Cuartelillo de la Guardia Civil a una abuela que estaba sentada en una silla de anea en la puerta de su casa. La abuela –sorda- le sonrió dos veces haciéndole ver que no entendía y continuó como si nada con su costura, desentendiéndose de la forastera. El grupo cercano de chiquillos, sonrientes, le informaron a gritos que allí no había nada de eso, que los “picoletos” no tenían casa. Fastidiada se vió obligada a hacer algo que no deseaba: entrar en un bar del pueblo a una hora en que, presumiblemente, solo habría hombres....Empujó la puerta de uno cercano y entró.
Allí, en la agradable penumbra de la taberna, parecían estar todos los representantes del sexo masculino de la localidad, jóvenes y mayores. Ni qué decir que momentáneamente se suspendieron todas las partidas de naipes y hasta a alguno se le cayó el cigarro cuando Filo cruzando entre las mesas se acercó, contoneándose, a la barra a preguntar.
Por lo que tras tres cuartos de hora -y cinco cañas de cerveza- pudo averiguar el tal V. C. P. bajo su inocente apariencia, era un tipo de cuidado pues fuera de clase decían que se daba a la bebida (sólo limonadas y gaseosas) e incluso se olvidaba de pagar alegando despiste, por lo que no estaba muy bien considerado en los bares. Concretamente al que entró le debía cerca de 300 euros. y cantidades parecidas –según le aseguraron- en los restantes establecimientos del pueblo.
Salió asombrada de nuevo a la brillante Plaza que, sin sombra, atravesó camino de la Iglesia. Fue recibida por el sacristán, al estar el Sr. Párroco fuera en unos cursillos. O al menos eso le dijo un hombre alto y muy delgado poseedor de un buen manojo de llaves. Deseoso de hablar con Filo la invitó a manzanilla y a un poleo pues la vió un tanto mareada cuando salió de la taberna. Le comentó mientras tanto la vida disoluta que –se decía, y a él que le registren- llevaba el maestro. Tras dos vasos más del sospechoso líquido le confesó que el “maestrucho” ya estaría ardiendo en las llamas del infierno pues tenía pruebas de que no era cristiano; es más, alguna vez se le oyó decir que no tenía ni religión ni patria...
Con el estómago ya algo revuelto el sacristán la encaminó hacia el Ayuntamiento. A esa hora próxima al mediodía estaba a punto de cerrar. La recibió un hombre parapetado tras una gran mesa y una enorme bandera de España que dijo ser el Alcalde.
Tras una breve presentación y después de tener que oir los grandes logros que se habían hecho en el pueblo gracias a su persona y que “él no era político, la verdad sea dicha” el Alcalde pidió excusas y la dejó hablar. Filo logró explicar que ella no era un “alto cargo” de la Junta autonómica, sino un simple cargo intermedio de la Delegación. De todas formas, agradablemente sorprendida por el equívoco, cruzó las piernas y, sacando un cigarrillo, le pidió fuego dispuesta a sonsacarle el máximo de información sobre el maestro... cosa no muy difícil pues el hombre no paraba de hablar, fumar y mirar sus rodillas.
Le confesó ser “apolítico de derechas” y que tantos años de sacrificio como Alcalde se debían a que “todo lo hacía por amor a su pueblo”. Pero que con el maestro en cuestión no se podía hablar pues “a buen seguro que era un anarquista de ésos, que con esa pinta ya se sabe…”. Además él –aseguraba- apenas bebía, no tomaba copas ni cruzaba palabra con semejante personaje. Cuando terminó el paquete de Fortuna, con la cabeza algo aturdida y las rodillas algo “gastadas” por las insistentes miradas del “servidor del pueblo”, decidió salir de la Casa Consistorial.
Anduvo por las calles más empinadas que había visto en su vida. Creyó reconocer ya a varios gatos que se cruzaron con ella y a algún que otro jovenzuelo que la seguía. Tras varias horas en el pueblo y con tres litros de sustancias bailándole en el estómago se dio cuanta que cualquiera hubiera podido haber matado al maestro pues motivos no le faltaban a casi nadie. Aquello cada vez más parecía una novela negra…
Taberneros, cura, Alcalde, jóvenes, ancianos, niños, mujeres... todos, absolutamente todos, tenían cuentas pendientes. Unos u otros lo tachaban de lo más dispar: de bebedor o abstemio, de mujeriego o solitario, de anarquista, comunista, libertino, estafador, ateo, tramposo en las cartas, etc. eran algunos de los adjetivos que describían bien su controvertida personalidad. No faltaba incluso quien insinuaba que ya no llovía tanto en el pueblo desde que andaba por allí… ¡Quién lo diría! Deseaba ver la cara que pondría el Delegado cuando volviera del Caribe y leyera su informe.
Prescindió de hablar con más gente y se encaminó a los locales del Centro de Adultos. En una esquina de una estrecha calle, junto a un antiguo lavadero, estaba el modesto edificio. La puerta estaba abierta y, dentro, una limpiadora trataba de borrar las manchas de una mesa.
Filo se presentó y quiso saber la opinión que le merecía a aquella señora el maestro presuntamente asesinado. La buena mujer “no deseaba hablar mal de nadie” pero a los dos minutos se sinceró diciendo que era muy raro: “en las últimas semanas hablaba solo por la calle y hasta había instalado un jilguero en clase... con el que hablaba de vez en cuando, usted dirá - susurró- si eso no es estar como una regadera". En su opinión se había vuelto loco; así de claro. Cada vez tenía menos amigos -si es que aquí alguna vez los tuvo, dijo- y hasta los alumnos de Graduado le dejaban anónimos escritos a boli en las mesas de clase al pobrecillo. Le señaló que estaba borrando una frase idéntica en todas las mesas: “Ya queda poco” - decía. Sólo eso. Y en todas las veintitantas mesas...
¡Cielos! Eso sonaba a amenaza directa, a una conjura del alumnado -reflexionó a la sombra de un árbol un rato después. ¿Sería algún alumno suspendido el causante de la muerte? Porque lo cierto es que el maestrillo había muerto casi a final de curso. Seguro que alguno que no logró sacar el Graduado tomó cartas en el asunto en complot con cualquier otro vecino... porque el hombre no era muy popular que se diga.
Dedujo que sus alumnos, el Alcalde, el sacristán, tenderos, compañeros... eran demasiados interesados en quitar al hombre de en medio. Claro que a lo mejor era un castigo divino por la vida tan disoluta que había llevado, seguro que era rojo y ateo -pensó Filo. A ella no le hubiera pasado –se repetía- porque ella era “de centro” de toda la vida, y de politiqueos nada de nada… ¡Que le den morcilla! –sentenció.
Volvió a entrar en la humilde clase con idea de recoger sus papeles para la Delegación y salir de aquel pueblo. Allí, en un armario de tercera mano, destartalado, estaban todas las carpetas, memorias, fichas y demás papeles oficiales referentes a todos los cursos desde que se abrió aquel Centro de Educación Permanente de Adultos.
Inspeccionó, por rutina más bien, una cuantas fichas sobre el alumnado, especialmente los de Graduado, por si le diera una pista. Aquellos papeles decían claramente que el maestro era muy duro... o los alumnos nunca tenían el nivel; en siete años nadie había logrado aprobar –según parecía- el Graduado con ese individuo. Desde luego o el muerto era un petardo o los alumnos unos cafres de tan malos. No me extraña su mala fama con los jóvenes -se dijo.
Pero hubo algo que poco a poco le hizo ver la luz. En las diferentes pruebas de las últimas semanas resulta que todos, todos los alumnos, llevaban buenas notas en el último mes y ¡todos, todos! Habían sacado sobresaliente en los exámenes de recuperación. Todos. De golpe. Por primera vez en siete años. ¡Quién lo diría! Y estaban todos los exámenes magníficamente realizados, por cierto.
Y ella, entonces, comprendió... Entendió la foto del diario, el revuelo de papeles. Estaba clarísimo.

Dos días después rellenó el informe confidencial para el Sr. Delegado, confirmando el “asesinato” del maestro de Adultos.... por su propio alumnado, “con tal de quitar del pueblo a semejante figura” -añadió ella en un gesto de compañerismo lleno de lirismo.
de Paco Córdoba